Isbel Díaz Torres
Es triste ver que cada vez que la temática de la insalubridad citadina llega a nuestros medios, sin importar la buena fe de los periodistas, terminan culpando al pueblo del problema. Esta vez el artículo de Yinet Jiménez en Vanguardia, no es la excepción.
Mientras a Comunales se le reconoce su «loable labor», y se le señalan algunas fallitas; a la gente se la coloca como la base del problema. Ya de la trillada frase de «indisciplina social» hay periodistas como Lázaro Manuel Alonso que han pasado a otra más de derechas como «indisciplina popular», en el colmo del desprecio hacia quienes más sufren y necesitan.
Es responsabilidad estatal sobre todo, este problema de la insalubridad en nuestras calles. En primera instancia por la evidente incapacidad estatal para educar a la población en hábitos y conductas civiles; en segunda instancia por no proveer de los elementos materiales indispensables para la adecuada clasificación, almacenamiento, recogida, y disposición final de los residuos sólidos; y en tercera instancia por no permitir que las iniciativas ciudadanas puedan avanzar de manera autónoma en esta área.
Desde el elitismo de varios se lanzan miradas de odio a aquellas personas (los llamados buzos) que están haciendo lo que muchos deberíamos aplaudir y colaborar, aportando al reuso y reciclaje de materiales. Una labor (esta vez, sí loable) en la que exponen su propia salud. Están en lo más bajo de la escala social, muchos sufren de alcoholismo o enfermedades mentales; son la evidencia palpable de los parias que ha generado nuestra sociedad, y que no queremos tener a la vista.
Qué rápido hemos olvidado el pensamiento revolucionario de izquierda, que como principio defiende a los desclasados, a los pobres, a los marginados, porque sabemos que no están ahí por elección propia. Los pobres no somos basura.
Cualquiera prefiere hacer el más banal de los trabajos en ETECSA, con sus privilegios y estímulos en divisa. Nadie quiere ser pobre y hurgar en la basura. Nadie quiere robarse los tanques, si tuviera cómo armar su carretilla para su trabajo obrero.
Vivimos en precariedad, y no queremos aceptarlo. De manera que hay condiciones estructurales y culturales de base que condicionan todo eso que con desdén rechazamos. Enfrentemos esas condiciones, y no culpemos más a la gente. Denunciemos la corrupción estatal en Comunales, y en todas partes. Exijamos presupuestos transparentes y participativos. Apliquemos las leyes a los directivos que malversan.
No esperemos el cambio. Seamos nosotros el cambio.
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