Guillermo Ismael García Borges
En el más simple bienestar humano, el agua no es solo ese elemento que nos sostiene para realizar nuestras básicas funciones y así poder llevar una vida higiénica y saludable. También es un diverso conjunto de valores, según lo establecido en la Declaración de Dublín en 1992:
“Componente básico de los paisajes naturales; parte integrante esencial de los ecosistemas acuáticos y terrestres, un recurso económico de primer orden, de carácter multifacético, clave para el desarrollo de las comunidades; y constituye un factor de peligro y riesgo de carácter notable”.
Este recurso natural no renovable, como patrimonio de la sociedad, representa un punto sobre el cual deben de precisarse determinadas estrategias y acciones, tanto sociales como gubernamentales, para precaver su deterioro.
Son comunes los signos del mal uso y el “envejecimiento” de las fuentes principales de agua en la capital cubana, donde gran parte de la población acumula el suministro para varios días, y en períodos de sequía, estas acciones pueden llegar a ser un tanto más extremas.
Este trato o actitud en cuanto al suministro hidrológico ha causado grandes problemas de higiene y salud, las dos principales aristas en las cuales se debe de garantizar este preciado regalo de la naturaleza.
Existen diversas formas para ayudar. Reclamando mejores medidas gubernamentales para el manejo de los desechos sólidos y líquidos; tanto orgánicos, inorgánicos, radioactivos como energéticos. También aumentando el cuidado en nuestras localidades en cuanto a la pérdida del líquido, como podemos ver en algunos famosos salideros. Como ciudadanos, podemos reclamar nuestros derechos sobre las estructuras que nos llevan el preciado líquido hasta nuestras casas.
En conjunto, como sociedad , y con la participación de algunos sectores del gobierno, podemos convertirnos en protectores conscientes de la naturaleza en nuestro vecindario, para así formar una relación virtuosa con los principios que en esencia nos dan vida.
Canal Guardabosques 