Por Isbel Díaz Torres
Esta majestuosa ceiba ha venido a devolvernos la fe en la gente noble de esta ciudad.
Su vigor indetenible no ha tenido consideración con las humanas construcciones a su alrededor, y como un río vertical ha subido entre vigas y paredes.
Pero esa naturaleza rebelde ya la conocíamos.
Lo que nos asombra aquí es la buena voluntad de los vecinos y vecinas de Las Cañas, en el Cerro, que han permitido la libre expresión vegetal, incluso en contra de su propio beneficio personal.
Se trata de una actitud diametralmente opuesta a la que movió a la tala de nuestra extinta Seiba de San Agustín, hace 10 años.
Significados sagrados, humildad, respeto por lo natural y por lo sobrenatural, simpatía… son algunas de las razones que pudieran explicar el milagro de la sobrevivencia de este árbol en una ciudad que, a pesar de haber sido fundada a la sombra de una ceiba, ha ido cayendo sistemáticamente en la desidia, la insensibilidad, la abulia; mientras tala e irrespeta a cientos de árboles.
Llegue nuestro agradecimiento a la gente buena del Cerro, por preservar su patrimonio natural, y con ello, su propia alma.
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