Pedro Manuel González Reinoso
GUARDABOSQUES – El domingo 11 de marzo los vecinos de Caibarién corrieron a patentar la calamidad de vivir bajo un sistema asistémico pero, sin —o con— embargo, fueron a votar…
Ya hemos denunciado antes en estas páginas la amenaza que se cierne sobre las vidas de los que ingieren aguas a punto de contaminarse —o ya contaminadas— en los repartos multifamiliares de este pueblo norcostero de la isla.
Imagino que a muchos lugares del caimán igual sucederá, pero desde allí ya se alzarán otros rumores.
Mis vecinos, “revolucionarios confesos”, llevan meses bramando hasta desgañitarse, que “por favor les cierren los baños”, que “reconstruyan los caños”, para que “se terminen de una vez los daños” porque albergan desde siempre aquella zocata esperanza “para el nuevo año”.
Y en este punto cabrón del griterío (que rememora la letra de una canción premiada en concurso), es que empiezan a entender la insolvencia de sus tragedias. Barruntan que quizá se resuelva, pero ni intentan aventurar cuándo, cómo, ni por quién(es).
Porque el carro destupidor —o la brigada zanjadora— de Comunales, no aparece en lontananza (les explican que “solo hay uno en la provincia”) y los artífices del caos han dejado como a propósito 45 días pasar, y al personal quejumbroso disfrutar un poquito más de la omnipresente podredumbre. Para que gocen (de impotencia) y rabeen (de alegría) a la vez.
Como a cualquier reparto gris de los expandidos por el país en el período nombrado “realismo socialista”, ¿qué otra (y nueva) inhabitabilidad nos homologaría con los de OMNI Zona-Franca en su alamareña y delicada zona?
El hombre, animal al fin, y al cabo… y hasta el general, imparable máser de inmundicias, no pregunta si el desarrollo constructivo en que está inmerso su entorno va aparejado del obvio crecimiento infraestructural.
A este lugar —antaño de teneros, mieleros, portuarios y pescadores—, desde hace más de 3 lustros le tocó albergar a formidables inquilinos que laborarían en el cayerío como empleados del turismo. Más no agrandaron la fosa común, (nombrada “laguna de oxidación”) que desde la década gloriosa de los 70s asume su rol engullidor en el reparto.
Centenares de nuevos edificios tributan a este caquífero depósito —ya estrecho— y para apreciarlo en toda dimensión hay que pasearse por las nuevas avenidas igual de desbordadas, comprendiendo la imbecilidad de proyectistas o el descaro de ejecutores.
Por lo visto, el Ph aquí frisa muy alto, y no se trata de dulces niveles filosofales.
El “delgado” delegado de esta circunscripción que los vecinos citan como responsable (y a sus espaldas vituperan/denigran con cierta razón por tanta desidia demostrada) es estratosféricamente el Presidente del Gobierno, la Asamblea y el ¿Poder? Popular Municipal, que nada han hecho juntos para contener el vertimiento de excrementos ya convertido en otro (des)Comunal —jamás peor dicho— desastre.
Este delegado se nombra Roger Hidalgo Guevara, y lleva un montón de años subido a ese cargo público de hipotética obediencia a las masas informes.
Ratificado y vuelo a ratificar varias veces —¿por ausencia de mejores o abulia circunstancial?— en ello nos recuerda el Hidalgo (sin manchas) la precocidad inamovible de la era Trump, a la que a todas luces (y apagones) emula.
Cuestionando a los incómodos residentes sobre la disposición a cambiar o perpetuar la dirigencia que los ha condenado a malvivir sumidos en esta afrenta apestosa, salvo un par de declarantes envalentonados que se pueden escuchar en un vídeo que hemos publicado en nuestro canal de YouTube, la respuesta del resto fue tajante (¿o zanjante?):
—¿Quéeee? ¿grabarnos? No, no, no debemos “marcarnos” dejando registrada nuestra opinión. Apaga y vamos.
Parece que es cosa exclusiva de “entre ellos”, expresable de la sala a la cocina de sus respectivas casas, a las que pronto acudirá, en plan de auxilio y asfixia combinada, la (in)flamante porquería.
Porque todos, incluso los más prestos y alebrestados, ya habían pasado esa mañana del 11 de marzo por las urnas para sumarse al gran performance nacional que les eterniza en la miseria mejor.
Canal Guardabosques 
Ayer 3 de abril, una caravana de autoridades y carros muy entrajadas, llegaron hasta el malsano lugar y comenzó el despeje de la porquería. Hoy celebramos la efectividad de denunciar lo que anda mal, aunque engrose nuestro expediente policial.
¿Lo habria puiblicado algún diario provincial/nacional? No les importa, y mucho menos enlodar la imagen de sus ineptos jefazos. Los vecinos respiran agradecidos pero temnerosos de que se pueda repetiir y no estemos los de Gb a mano para esta cruzada. Salud a tod@s! Incluso a quienes hicieron su remunerado trabajo de velar por la vidas de vecinos (pero les falta imponer multas a quienes arrojan basura impunemente como norma y siquiera velan por el bienestar comunal)
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